MUNDOS PARALELOS (capítulo 24)



DEMASIADO VIEJO Y MUY FRÁGIL

Pamela descosió con sumo cuidado las hojas de su libro Sincronía, aunque el ejemplar de suyo estaba en buen estado, el papel era demasiado viejo y muy frágil. De esa forma podría escanear las ilustraciones sin maltratar el manuscrito. Creyó conveniente rediseñar los dibujos en CorelDRAW respetando al máximo el trazo original, no obstante se tomaría una pequeña licencia, que le daría a su nueva versión la personalidad de un libro del siglo 21, anexándole un Cd interactivo con sugerentes y dinámicas animaciones, proyectadas en la cadencia rítmica de voces y sonido.

La traducción la había estado realizando paralelamente a la lectura y teniendo hasta ese momento suficiente material, se dio por fin a la tarea de copiar la obra. Ferdinán le había traído un magnífico papel satinado cortado en tamaño carta, justo el formato que ella había elegido para la recuperación del manuscrito. Dotó de gran colorido y hermosos matices las viñetas del inicio y conservó un tipo de letra similar al del texto original para todos los títulos. Hizo impresiones láser de los primeros bocetos que al ser de su agrado, los guardó de inmediato en un archivo de sus documentos. Una buena cantidad de ilustraciones eran de su propia cosecha, e inició las animaciones con el relato de las fiestas de consagración de la virgen Negra.

Yara había entrado a la habitación para hacer la limpieza, Pamela se distrajo al ver a la muchacha limpiar con un trapito cada uno de los objetos que se encontraban en una estantería con puertas de vidrio.
-¿Qué haces Yara? -Dijo la señora Perilló.
-Sacudo las figuras de porcelana.
-Las sacudiste ayer ¿verdad?
-Si señora Pamela, y anteayer también.
-¿No te parece que es demasiado sacudir?
-Es que aquí… cerca del mar entra un polvito muy fino.
-Ah… bueno, pero necesito que hagas otra cosa.
-Si, dígame señora Pamela.
-Siéntate en esa silla frente a la computadora.

-¿Aquí?
-Sí, ahí mismo. –Dijo Pamela quién después de salvar el archivo en el que trabajaba en su Lap top se levantó del escritorio, encendió la máquina y abrió un documento de Microsoft Office Word.
-Quiero que copies un artículo de esta revista. Pon atención, éste es el teclado, tiene todas las letras para escribir las palabras y aquí en el monitor se ve lo que estás escribiendo. La señora Perilló escribió el título mientras Yara ponía todos sus sentidos en lo que la mujer hacía.
-Con esta tecla grande se separan las palabras. –Dijo Pamela- Ahora inténtalo tú.

Yara escribió con excesiva lentitud los primeros renglones del texto ya que lo hacía sólo con el dedo índice de la mano derecha, y se tardaba mucho en encontrar las letras. Al principio no ponía mayúsculas ni acentos porque no sabía pero en pocos días mostró tal interés, que Pamela le enseñó incluso a dar un formato atractivo al documento.

Romelia no podía ocultar el orgullo que sentía por su hija, y con gran entusiasmo les llevaba café con pastelillos a media mañana y en la tarde que ella misma preparaba. Pamela pretendía terminar pronto el proyecto Sincronía pues en menos de dos meses regresarían a la recién transformada y ultramoderna casa, ahora Centro de Investigación las Gárgolas.

REPÍTALO TODO CIEN VECES MÁS

A Apel le pareció excesivo el mobiliario para los trabajos de copista que Gadea estaba por iniciar, en cambio Melissa se moría de ganas por tener cualquier cosa que se le pareciera. Las dos mujeres no tuvieron más remedio que mudar sus sillones con todo y taburetes repletos de ganchillos, tules, cestas, hilos de seda y algodón, agujas de metal y madera, vaporosas telas, tijeras, bastidores, dedales y demás enseres para las labores que durante tantos años fueron el único esparcimiento en las largas horas de tedio de las hermanas Ferrater.

El primer lunes de un mes de octubre se iniciaron las clases. Antonello Guinelli llegó acompañado del mozuelo que cargaba una valija con diversos materiales. Apel y Melissa lo recibieron con verdadero agrado. Después de concederles un breve saludo, el joven se dirigió a Gadea que se encontraba ya sentada en su primoroso sillón de copista. Lo primero que hizo Guinelli fue colocar sobre un costado plano del escritorio un frasco de tinta, varias plumas de oca, unos lápices de grafito, un trozo de yeso, un par de piedras pómez, un cortaplumas, cuchillas, dos punzones, uno más fino que otro, una regla, algunas tablillas y un estilete. Seguidamente puso un grueso de pergamino amarillento encima de una angosta mesa provista de varias cajoneras. Del montón, tomó un pliego y lo puso sobre la superficie inclinada del escritorio de Gadea, y con un grafito de punta fina trazó sobre la hoja una larga línea tan nítida y tan recta, que parecía haberla hecho con la ayuda de una regla.

-Ahora usted trace una línea igual. –dijo el extranjero. -Gadea tomó el grafito que Guinelli sostenía en su mano, no pudo evitar ruborizarse e inmediatamente bajó la mirada, deslizó el carboncillo con tal fuerza que dejó sobre el papel una gruesa raya que parecía el contorno impreciso de la sierra Tramuntana.

Apel y Melissa aún permanecían de pie en el salón y parecieron preocuparse seriamente cuando Guinelli dijo. -Inténtelo nuevamente, con menos fuerza y más seguridad. Gadea dibujó otra raya pero ahora tan débil que en algunos tramos apenas se veía. Las ancianas se acercaron para ver los trazos, pero antes que pudieran opinar algo el joven le ordenó al mozuelo que trajera un par de sillas para las damas. Las señoras se acomodaron a cierta distancia desde donde podían ver las líneas que Gadea dibujaba en el pergamino, durante toda la clase guardaron silencio tal cual les había indicado el aprendiz de preceptor.

Hora y media después de tediosos ejercicios las cosas en realidad no habían estado nada mal. A no ser porque la mano derecha, la espalda y el cuello de la joven Ancarola comenzaban a hormiguearle. Había trazado infinidad de rayas horizontales, verticales, inclinadas en un sentido y en otro, cruzadas, quebradas y entrecortadas. Pero lo mejor de todo fueron los círculos grandes y pequeños, que tenían que ser tan redondos como la luna llena, y las líneas curvas tan graciosas como las olas del mar, y los medios círculos como los arcos de las ventanas, y los cuartos de círculo que eran lo mismo pero cortados a la mitad, y finalmente las figuras de cuadros y rectángulos y los diferentes triángulos, con los que construyó algunas estrellas y mil cosas más, después de hecho todo eso, dijo Guinelli. –Muy bien mi apreciable Gadea, repítalo todo cien veces más. El extranjero le dedicó una tierna sonrisa a la joven Ancarola, y se despidió cortésmente de las señoras.

Gadea descubrió pronto que el trabajo de copista no era oficio fácil, así lo decía el colofón de Silos Beatus que ella transcribió tiempo después en un hermoso manuscrito.

Si no sabes lo que es la escritura podrás pensar que la dificultad es mínima, pero si quieres una explicación detallada, déjame decirte que el trabajo es duro: nubla la vista, encorva la espalda, aplasta la barriga y las costillas, tortura los riñones y deja todo el cuerpo dolorido…

Y bien que lo sabía Gadea, pero su esfuerzo no fue inútil, su carácter y entusiasmo se vio enaltecido cuando Guinelli le entregó su primer manuscrito encuadernado. Un “Libro de Horas” con grandes y bellas ilustraciones, viñetas, orlas, iniciales mayores y peones y la más diversa decoración de pájaros, insectos, y varias miniaturas en página entera bellamente enmarcadas con guirnaldas florales resaltadas en tintas de colores y delicados baños de oro.

El extranjero pidió permiso a las damas para mostrar en público la obra que era digna de la más selecta biblioteca de un rey, pero Gadea dijo que aún le faltaba mucho por aprender y que tal vez cuando hubiese copiado cuarenta y nueve obras más daría a conocer su trabajo. Tal como lo dijo lo cumplió, su extraordinario arte no se dio a conocer en vida porque sólo llego a copiar treinta y ocho manuscritos de insólita belleza. Y si no alcanzó el propósito de su objetivo fue porque de todos esos libros de invaluable estimación artística solo uno le interesaba de manera extraordinaria.

SU PROPIO MANUSCRITO

Fue su propio manuscrito enigmático y clandestino al que le dedicó todo su ímpetu, su delirio, su arrebatado fervor, su frenesí nocturno bajo la tenue luz de las velas hasta que Melissa la descubrió dibujando mujercitas desnudas que se bañaban profanamente en retorcidas y extrañas tuberías. Fue patético y doloroso. Gadea trataba de explicarle a su tía abuela pero la mujer sumida en sollozos no escuchaba justificación ninguna. -Tiitameli, Tiitamel perdóname, tenía que hacerlo.

Melissa salió terriblemente abatida de la habitación y no vio a su hija por varios días hasta que una criada le informó que la niña estaba muy enferma, para mayor complicación Apel que estaba perdiendo la vista se encontraba en cama por una reciente caída. El médico diagnosticó a la paciente de extenuación excesiva complicada con dolencias y penas del corazón y todo eso sumado a un fatídico desconsuelo y la falta de alimentos complicó de manera inquietante la salud de la joven. Después de un mes Gadea no mostraba mejoría y por si fuera poco a Guinelli no le permitían verla. Melissa había fracasado o dejado en el olvido sus virtudes curativas y nada parecía ser un remedio apropiado para tan repentina aflicción.

-Necesita el olor de la tinta. –dijo Apel- que a tientas tomó un frasco, una pluma y algunos folios de pergamino.
-Ayúdame Melissa, tenemos que salvar a nuestra hijita. Las ancianas colocaron los implementos ineludibles del copista en un larguero y con gran delicadeza lo pusieron sobre la cama de la enferma. Gadea las sintió llegar, frente a ella, las ancianas la veían con ternura.
-Creo que debes terminar tu manuscrito, pero antes es necesario que comas una buena sopa de tu yaya. –sugirió con voz dulce y pausada la abuela que sólo distinguía bultos y manchas frente a sus ojos. Melissa se acercó a Gadea, tomó su mano y la besó. –Debes terminar lo que has comenzado, compadece mi torpeza querida hija, no he sabido ver con claridad. -Dijo la tía abuela quien por primera vez en su vida le había dicho hija al ser más amado de sus entrañas.

VIGOROSAS Y HERMÉTICAS HASTA LA INMORTALIDAD

Tan sólo unos días de severo reposo fueron suficientes para que Gadea se incorporara de nuevo a su perturbador scriptorium personal. Con vehemente devoción continuó el trazo de los dibujos que había visto en los muros de una de las salas del castillo del Ditriae-Corporum. Después de pulir el pergamino pasando sobre la superficie primero un cuchillo y después una piedra pómez para alisarlo y suprimir las manchas y asperezas del material, no se tomó la molestia, como solía hacerlo con cada pliego que utilizaba para la copia de los libros, de trazar guías para la caja de escritura, ni para las ornamentaciones, ni se preocupó en lo absoluto de contemplar espacios para decorados, iniciales, miniaturas o cualquier otra clase de ilustraciones que pudieran expresar un exceso vano e improductivo.

Había iniciado el manuscrito por la sección del “Poltrig” palabra relacionada con las tuberías de todo tipo por la cual circulaban los fluidos dinámicos y eran transportadas las mujercitas que inevitablemente iban a parar a las albercas regeneradoras que las mantenían imperturbables, sempiternas, rozagantes, incorruptibles, austeras, vigorosas y herméticas hasta la inmortalidad, sumergidas en la saturación de ese humor acuoso. Cada fragmento del poltrig tenía una función específica que era supervisada palmo a palmo por un ejército de damiselas entregadas sin opción a esa inefable tarea.

Gadea a diferencia de su aprendida labor de copista realizó primero los austeros dibujos del manuscrito secreto. Trazó con escuetas líneas los cuerpos y los rostros flemáticos de las mujercitas desnudas de vientres abultados. No obstante expuso con desmedido detalle las estructuras vivientes del Ditriae-Corporum, en particular los techos abovedados repletos de volutas gelatinosas y húmedos cilios colgantes ávidos del fluido imprescindible para perpetuar la dinámica nebulosa del sistema.

Melissa no se mantuvo ajena al proceso de elaboración del excéntrico libro, ella misma preparó los pigmentos para colorear, y más aún, matizó de verde, de café, azul y rojo las partes correspondientes de las plantas, que además de parodiar la figura humana, sintetizaban los componentes moleculares del líquido verde-azul bajo los mitigantes rayos de un sol artificial, que estimulaba la sensación del devenir del tiempo. Donde justo el tiempo y el espacio eran una ilusión, un desvarío del pensamiento atrapado en las cuerdas arqueadas por la fuerza de los diáfanos abalorios del Corporum-esferae.

Varios folios del manuscrito los colmó de ilustraciones magistrales para representar la zona etérea y difusa, donde la nada era la saturación del todo, habitado en un laberinto de confusión que se extendía inmutable en todos los sentidos de nueve dimensiones compactas y homogéneas, como el aire que se comprime en los pulmones después de un hálito fugitivo, que permanece en la cavidad de un instante.

Gadea no escatimó en descripciones gráficas o simbólicas en el argumento del manuscrito subrepticio, que tal cual vio esculpido en los muros del castillo, y reprodujo de su prodigiosa memoria el texto con la fuente inescrutable de la escritura gadeana. La joven Ancarola no olvidó mencionar ni el más mínimo detalle, incluso realizó una ilustración con las cuatro torres centrales del Corporum-esferae donde atisbó desde las alturas a Ollg saludándole alegremente.

Melissa copió varias decenas de folios del manuscrito donde la tinta de la pluma de Gadea, goteó impunemente el pergamino en los albores de la madrugada al morir la emisión tenue de la candela. Y así, entre ambas concretaron la ardua labor de testimoniar los hechos acaecidos en una nanométrica fracción del universo, que ellas habitaron sin lugar a dudas a través de los mundos paralelos.

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