CORPORUM ESFERAE (Capítulo 21)



EMPEZARON A LADRAR UNOS PERROS

A media mañana dejó de llover y sobre un charco de agua a los pies de Melissa aleteaba una graciosa libélula. Ella se distraía con el insecto cuando escuchó la voz de Nina Font quien se aproximaba a la plaza en compañía de su prima Pilar. Ambas mujeres se detuvieron frente al frondoso árbol. La de voz alegre y cantarina le dijo a la otra. -Querida Pilar ¿crees que debería bordar de café las carpetas del sillón de papá? Algo contestó Pilar pero Melissa no lo pudo escuchar porque empezaron a ladrar unos perros. -¡Qué raro! –pensó la anciana- Nina nunca ha querido hacer labor de punto.

Pamela profundamente dormida en el sillón no se percató que la luz había llegado. Sobre la mesa de centro el libro mudaba sus páginas y lentamente las historias del Ditriae-Corporum cobraban forma en su sueño, así las estrellas congregadas en un círculo giraban entonando un rumor de agua en la espesura del bosque.

AQUÍ NO FUNCIONAN ESOS APARATOS

Gadea salió del castillo haciéndose la misma pregunta. Veía hacia el edificio central tratando de encontrar la respuesta, completamente desorientada metió las manos en las bolsas de su falda, levantó los hombros y su cabeza y vio el firmamento durante un buen rato. Así pudo observar que en vez del intenso sol matutino, solo quedaba en el cielo una línea luminosa de un brillo inusual que se elevaba de extremo a extremo del horizonte, también se percató que la irradiación se hacía más intensa en la zona central del Ditriae-Corporum, precisamente en el lugar donde sobresalían cuatro enormes torres y de donde se emanaba una bruma tan tupida, que al contacto con la franja luminosa parecía liberar de tanto en tanto, una especie de volutas o esferas que se alejaban violentamente, suscitando estrepitosos relámpagos.

Gadea se estremeció agitando sus manos en el interior de las bolsas de su falda que comenzaba a deshilacharse, en ese instante advirtió un objeto extraño, era el cuadrante que le había vendido el extranjero en el puerto de Pollença. La pequeña caja de oro reluciente permanecía intacta. La abrió e intentó ajustar el torzal para localizar la sombra proyectada en los números del reloj, pero fue completamente inútil, nada en ese lugar proyectaba ni siquiera una leve silueta, en cambio la aguja de la brújula giraba sin ton ni son de forma completamente desordenada.

-Aquí no funcionan esos aparatos.
–Escuchó decir a Ollg que se aproximaba, y será mejor que te apures porque te queda poco tiempo.
-Aún no sé como llegar al Corporum-Esferae.
-Sígueme. –dijo la mujercita- o será demasiado tarde. Las dos mujeres caminaron galopantes por el sinuoso camino que continuaba frente al castillo y que Gadea en un principio acertadamente había elegido. Un edificio marcaba el final de la avenida, Ollg accionó el mecanismo consabido y penetraron a un descomunal recinto, donde se podía apreciar el intenso ajetreo derivado de una rara actividad.

De enormes tubos ensamblados hasta el techo, como los que había visto en la sala del castillo, salían y entraban un buen número de mujercitas. La compleja cañería con canalones abiertos de tramo en tramo, parecía ser inspeccionada meticulosamente. Las damiselas con portentosa destreza y sin ninguna protección, se sostenían en vilo en las alturas vigilando el libre fluir del valioso líquido. Gadea supuso que más que vigilar el funcionamiento de los conductos, las mujercitas debían realizar otra acción primordial, pues el líquido que caía en los canalillos superiores era de un tono azul, y al llegar a las albercas del piso inferior en el que ellas se encontraban, se tornaba de verde intenso.

El rumor de la caída de agua era el único sonido que Gadea podía reconocer, y aunque escuchaba claramente una resonancia monótona como de cuerdas a ratos intensamente aguda, no pudo identificar el origen de la crispante vibración. Mientras que Ollg hablaba con otra mujercita, Gadea aprovechó para ver con detenimiento el diseño del techo abovedado que mostraba en bajorrelieve al centro, una estrella de seis picos entre los cuales se iban intercalando algunos textos entre las tuberías verdes y azules. Las descripciones que la joven Ancarola leyó aunque eran breves, eran más que elocuentes y relataban de manera sucinta, como las damiselas dotaban de ímpetu a la quimérica edificación que sorprendentemente, tenía la apariencia de un descomunal y monstruoso ente vivo.

Ollg se aproximó a Gadea acompañada de la mujercita con la que hablaba. -Ollaeg te indicará el camino. –dijo brevemente su anterior acompañante- y se despidió. Ollaeg era aún más pequeñita y tenía el vientre muy abultado, era risueña y nada antipática. De un brinco la mujercita se metió a una alberca de agua verdosa e invitó a Gadea a seguirle. Mientras avanzaban a través de la alberca, la poza se estrechaba cada vez más hasta convertirse en un tubo torcido y esponjoso que las iba succionando lentamente hasta arrojarlas a otra alberca de agua completamente azul. Salieron de la piscina y caminaron por un largo pasillo de grandes arcadas. Gadea reconoció de inmediato la proximidad del sonido relampagueante de las esferas.

-¿Tal vez no encuentres mucha semejanza con la vida que tu conoces con este lugar? –dijo la pequeña mujer.
-Es verdad y por más que intento me cuesta trabajo entender. Ni siquiera sé dónde está este lugar ni por qué estoy aquí. –dijo Gadea- incitando la conversación.
-Este lugar está en cualquier sitio que pienses y es tan pequeño, que pueden caber cientos de miles de lugares como este en la palma de tu mano.
-Ahora entiendo menos. –dijo Gadea manifestando gran desconcierto.
-Es muy simple, obsérvate en tu casa viendo un minúsculo polvillo en la palma de tu mano, es muy probable que tú te encuentres simultáneamente en el interior de esa partícula de polvo.
-¿Cómo puedo estar en dos lugares al mismo tiempo? ¿Y en algo tan pequeño como una brizna insignificante?
-No necesariamente dentro del polvo, sino en el interior de la nada. Y por supuesto, en dos, o tres o cuatro lugares al mismo tiempo. –Dijo Ollaeg visiblemente convencida.
-Eso es ridículo. -Chasqueó Gadea. ¡Qué lío! No entiendo nada, al menos me puedes explicar algo muy simple.
-Si, pregúntame.
-Perdón por preguntar, pero ¿Por qué están desnudas?
-Nosotros somos fases de energía y no necesitamos nada de lo que hay en tu mundo convencional. Tú nos has recreado en tu mente y nos has concebido de esa forma. –dijo la mujercita quién había activado el acceso a una fantástica cámara, donde nada representaba la construcción orgánica que caracterizaba a todo el resto del Ditriae-Corporum.

INCONMENSURABLE ABISMO

En ese lugar todo era cristalino y de apariencia por demás intangible. Avanzaron penetrando sin dificultad por densos paneles transparentes, que parecían no tener fin y que de tramo en tramo, daban la sensación de encontrarse colocados, de la misma forma al igual que las paredes, el techo y el piso, provocando una desagradable sensación de vértigo. Gadea se sintió desfallecer y cayó al piso, temiendo que éste se abriera arrojándola a un inconmensurable abismo. La sólida superficie del suelo mitigó sus temores.

Intentó levantarse cuando se percató que no tocaba el piso con sus manos sino una pared cristalina, y pudo ver tras de ella una imagen que le era harto familiar, tan familiar como la plaza de las Palomas que tan bien conociera, y tan amada como la imagen de su tía abuela, que por alguna inadmisible razón, la veía prisionera entre las ramas de un árbol. -Tiitameli, ¿qué haces ahí? ¿Dónde estás? –dijo Gadea tratando de llamar su atención.

-No puede escucharte, está atrapada en un bucle del tiempo.
-¿En qué? –Preguntó Gadea muy alarmada- ¿Y qué está haciendo ahí?
-Está presenciando lapsos de eventos coyunturales.
-¡Qué buena mojiganga! –gritó Gadea cerrando los ojos. Iba a plantearle otra pregunta a la mujercita pero al levantar la vista, descubrió que el panel de las imágenes se había disipado y en su lugar, tan nítido como el reflejo en la bruñida superficie de un espejo, vio a una mujer que parecía dormir. -Es Pamela, pronto la conocerás. –dijo la mujercita y desapareció.

EN MEDIO DE LA NADA

Gadea de forma súbita se encontró totalmente sola en medio de la nada. La envolvía el más absoluto vacío y el más tétrico silencio, una aparente espesura de cristales la rodeaban por todos lados, sin presuponer que tras de ellos pudiera existir algo. Esperó un rato sin moverse con la esperanza de que ocurriera cualquier cosa, que le indicara que el Corporum-Esferae existía y que ella podría salir por ahí. Sin obtener respuesta a sus anhelos caminó, simplemente caminó, enfilando sus pasos con movimientos mecánicos sin rumbo fijo. Avanzó atravesando los paneles sin que nada cambiara. Transitó varias veces hacia los lados, hacia adelante y hacia atrás. Nada cambiaba, todo permanecía exactamente igual, incluyendo el techo y el piso.

–¡Lo que busco puede estar arriba! –Se dijo mirando a lo alto- ¿Pero cómo llegar? -Se preguntó- No podía calcular la distancia, ni siquiera tenía idea de que arriba estuviera lejos o cerca. Se le ocurrió aventar su capa para darse una idea y -¡oh sorpresa!- el manto se adhirió al techo. Esperó un rato a que la capa cayera, pero su intrépida prenda descansaba de lo más natural. Sin dudarlo ni un momento, se impulsó y de un certero brinco fue a parar justamente arriba. Estando en esa nueva posición dudó si arriba era abajo o abajo era arriba, o lo que fuera pues todo era exactamente igual.

Con imperturbable ecuanimidad se puso de nuevo la capa y decidió avanzar hacia arriba, hacia abajo, a los lados, a donde fuera hasta que se le acabaran reventando las piernas. De súbito se frenó, quedó paralizada al reparar en un sonido como de objetos que colisionaban. Volteó para todos lados y aunque no percibió absolutamente nada extraño, pudo advertir que el sonido de tanto en tanto era más intenso. No tardó mucho en descubrir que estaba justo adelante del Corporum-Esferae, que cada vez se hacía más nítido frente a sus incrédulos ojos.

Gadea se secaba las lágrimas de felicidad mientras observaba la loca carrera de las esferas que iban y venían, chocando con una especie de contrafuerte. Se dio cuenta que eran cuarenta y cinco esferas de cinco colores diferentes, de tal modo había nueve esferas de cada color. También observó que el contrafuerte estaba coloreado en cinco secciones compactas con los mismos colores que las esferas. Durante largo rato no le quitó la vista al asombroso mecanismo. Con gran regocijo reconoció que cada una de las nueve esferas del mismo color, estaba marcada respectivamente en riguroso orden ascendente, con nueve letras idénticas de la escritura que conociera en los textos del Ditriae-Corporum. De tal modo se dio cuenta que si la esfera "azul gae", golpeaba el contrafuerte "azul gae", se generaba un violento y aparatoso relámpago. Más aún, pudo distinguir que cuando una esfera chocaba con el contrafuerte correspondiente, al mismo tiempo que ocurría el relámpago se abría una compuerta, dejando pasar una impresionante luminosidad.

Del lado donde ella se encontraba, al retornar las esferas por alguna extraña circunstancia, estas se agrupaban por su color en riguroso orden ascendente, formando una larga línea que mostraba cuarenta y cinco espacios o compuertas, por donde ella fácilmente podía acceder a su interior. Instantes después daba inicio el estrepitoso movimiento de las esferas, que sin aparente orden ni concierto se reunían y se agitaban, hasta terminar perfectamente mezcladas. Después de esto, todas las esferas eran lanzadas con tan inaudita energía que terminaban por colisionar en algún aventurado lugar del contrafuerte.

Gadea especuló que así de simple podía ser el mecanismo. Lo que no sabía era cuantas oportunidades tenía para intentar su liberación a través de un impacto acertado. Tomando en cuenta que en cada ocasión sólo se acertaba una o dos, o excepcionalmente tres colisiones favorables de cuarenta y cinco, por lo tanto, el panorama no era muy optimista. En ese momento recordó el baricoke en el cual siempre ganaba, pero reconoció que su juego era verdaderamente sencillo comparado con el sistema de las esferas. No obstante trató de realizar el mismo método que efectuaba, para determinar las posibilidades del color de las teselas.

Gadea tenía una memoria privilegiada lo que le permitió registrar y estudiar la secuencia de un buen número de eventos, cuando creyó tener una propuesta aceptable decidió arriesgar el todo por el todo. Al tiempo que gritaba "rojo saaaaaia", corrió a la compuerta correspondiente y se introdujo al interior de la esfera que se cerró de un sólo golpe. No tardó en girar el impresionante abalorio con la pavorosa velocidad de un bólido, y sin más, chocó estrepitosamente con la compuerta del contrafuerte "verde iare", más pronto que lo pensara Gadea estaba de regreso, y de un solo tumbo salió disparada de la esfera para encontrarse en el mismo lugar de sus cavilaciones.

–Esto no va a ser fácil. –pensó- al descubrir que había desaparecido parte de su brazo izquierdo. Lo intentó tres veces más, en la cuarta, completamente mutilada finalmente acertó empatar la esfera con la compuerta correspondiente. En la colisión sintió que le estallaba lo poco que aún subsistía de su maltrecho cuerpo que se adentraba velozmente por un oscuro y estrecho túnel. A lo lejos vio el titilar de una lucecita, de repente cayó de bruces tropezando con un arcón lleno de telarañas. Se levantó dando tumbos entre los ruidosos cacharros hasta que pudo alcanzar la lámpara de aceite.

Melissa con gran premura se había adelantado, la joven Ancarola la siguió por el túnel hasta llegar a un recinto colmado de estanterías, repletas de papeles y libros. La anciana torpemente buscaba algo en la penumbra de la biblioteca, Gadea la vio tan absorta que no quiso interrumpirla, la joven estaba cautivada admirando las hermosas ilustraciones de un libro, cuando sintió que su tía abuela la jalaba indicándole que debían salir. Ambas mujeres sentían sofocarse, la anciana respiraba con gran dificultad, cuando llegaron a la boca del pasadizo secreto, por donde se filtraban los rayos del sol.

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